jueves, 1 de marzo de 2018

VIDA PUBLICA DE JESUCRISTO





Predicación de Juan Bautista

El año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Filipo tetrarca de Iturea y de la región de Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, bajo el Sumo Sacerdote Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan el hijo de Zacarías, en el desierto. 

Y recorrió toda la región del Jordán predicando un bautismo de penitencia para remisión de los pecados, tal como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: “Voz del que clama en el desierto: preparad el camino del Señor, haced rectas sus sendas. Todo valle será rellenado, y todo monte y colina allanados; los caminos torcidos se harán rectos, y los caminos ásperos serán suavizados. Y todo hombre verá la salvación de Dios”.

Llevaba Juan una vestidura de pelo de camello con un ceñidor de cuero a la cintura, y su comida eran langostas y miel silvestre. Entonces acudía a él Jerusalén, toda Judea y toda la comarca del Jordán, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Como viese que venían a su bautismo muchos de los fariseos (En la Palestina del siglo I surgieron diferentes grupos. Los más apreciados por la mayoría eran los fariseos. Su nombre, significa «los segregados». Dedicaban su mayor atención a las cuestiones relativas a la observancia de las leyes de pureza ritual incluso fuera del templo. Para una parte de los fariseos la dimensión política estaba ligada al empeño por la independencia nacional, pues ningún poder ajeno podía imponerse sobre la soberanía del Señor en su pueblo. A éstos se los conoce con el nombre de zelotes. Aunque pensaban que la salvación la concede Dios, estaban convencidos de que el Señor contaba con la colaboración humana para traer esa salvación. Los saduceos eran personas de la alta sociedad, miembros de familias sacerdotales, cultos, ricos y aristócratas. Hacían una interpretación muy sobria de la Torah, sin caer en las numerosas cuestiones casuísticas de los fariseos, y por tanto subestimando lo que aquellos consideraban Torah oral. No creían en la pervivencia después de la muerte, ni compartían las esperanzas escatológicas) y de los saduceos, les dijo: “¡Raza de víboras!, ¿quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de penitencia, y no empecéis a decir entre vosotros: Tenemos por padre a Abrahán. Pues os digo que Dios puede hacer surgir de estas piedras hijos de Abrahán. Además, ya está el hacha puesta junto a la raíz de los árboles. Por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego”. 

Las muchedumbres le preguntaban: “Entonces, ¿qué debemos hacer?”. Él les contestaba: “El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene alimentos, haga otro tanto”. Llegaron también unos publicanos para bautizarse y le dijeron: “Maestro, ¿qué debemos hacer?”. Y él les contestó: “No exijáis más de lo que se os ha señalado”. Asimismo le preguntaban los soldados: “Y nosotros, ¿qué tenemos que hacer?”. Y les dijo: “No hagáis extorsión a nadie, ni denunciéis con falsedad, y contentaos con vuestras pagas”. 

Como el pueblo estimase, y todos se preguntaran en su interior, si acaso Juan no sería el Cristo, Juan salió al paso diciendo a todos: “Yo os bautizo con agua; pero viene quién es más fuerte que yo, al que no soy digno de desatar la correa de sus sandalias: él os bautizará en Espíritu Santo y en fuego. Tiene el bieldo en su mano, para limpiar su era y recoger el trigo en su granero, y quemará la paja con fuego inextinguible”.

Con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba al pueblo la buena nueva.

 Bautismo de Jesús

Entonces vino Jesús al Jordán desde Galilea, para ser bautizado por Juan. Pero éste se le resistía diciendo: “Soy yo quien necesita ser bautizado por ti, ¿cómo vienes tú a mí?”. Respondiendo Jesús le dijo: “Déjame ahora, así es como debemos nosotros cumplir toda justicia”. Entonces Juan se lo permitió. 

Inmediatamente después de ser bautizado, Jesús salió del agua; y he aquí que se le abrieron los Cielos, y vio al Espíritu de Dios que descendía en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz del Cielo que decía: “Este es mi Hijo, el amado, en quien me he complacido”.

Ayuno y tentaciones de Jesús

Entonces fue conducido Jesús al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Después de haber ayunado cuarenta días con cuarenta noches, sintió hambre. Y acercándose el tentador le dijo: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes”. Él respondiendo dijo: “Escrito está: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que procede de la boca de Dios”.

Luego, el diablo lo llevó a la Ciudad Santa y lo puso sobre el pináculo del Templo. Y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, arrójate abajo. Pues escrito está: Dará órdenes acerca de ti a sus ángeles, para que te lleven en sus manos, no sea que tropiece tu pie contra alguna piedra”. Y le respondió Jesús: “Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios”.

De nuevo lo llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y su gloria, y le dijo: “Todas estas cosas te daré si postrándote me adoras”. Entonces le respondió Jesús: “Apártate Satanás, pues escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a Él sólo darás culto”.


Y terminada toda tentación, el diablo se apartó de él hasta el momento oportuno. Entonces lo dejó el diablo, y los ángeles vinieron y le servían.

Testimonio de Juan Bautista


Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos le enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntaran: “¿Tú quién eres?”. Entonces él confesó la verdad y no la negó, y declaró: “Yo no soy el Cristo”. Y le preguntaron: “¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?”. Y dijo: “No lo soy”. “¿Eres tú el Profeta?” Respondió: “No”. Por último le dijeron: “¿Quién eres, para que demos una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?”. Contestó: “Yo soy la voz del que clama en el desierto: enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías”. Los enviados eran de los fariseos. Le preguntaron: “¿Pues por qué bautizas si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el Profeta?”. Juan les respondió: “Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis. Él es el que viene después de mí, a quien yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias”. Esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.


Al día siguiente vio a Jesús venir hacia él y dijo: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Este es de quien yo dije: Después de mí viene un hombre que ha sido antepuesto a mí, porque existía antes que yo. Yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel”.


Y Juan dio testimonio diciendo: “He visto el Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y permanecía sobre él. Yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar en agua me dijo: Sobre el que veas que desciende el Espíritu y permanece sobre él, ése es quien bautiza en el Espíritu Santo. Y yo he visto y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios”.

Los primeros discípulos

Al día siguiente estaba allí de nuevo Juan y dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dijo: “He aquí el Cordero de Dios”. Los dos discípulos, al oírle hablar así, siguieron a Jesús. Se volvió Jesús y, viendo que le seguían, les preguntó: “¿Qué buscáis?”. Ellos le dijeron: “Rabbí (que significa Maestro), ¿dónde vives?”. Les respondió: “Venid y veréis”. Fueron y vieron dónde vivía, y permanecieron aquel día con él. Era alrededor de la hora décima.

Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y siguieron a Jesús. Encontró primero a su hermano Simón y le dijo: “Hemos encontrado al Mesías (que significa el Cristo)”. Y lo llevó a Jesús. Mirándolo Jesús le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa Piedra)”.

Al día siguiente determinó encaminarse hacia Galilea y encontró a Felipe. Y le dijo Jesús: “Sígueme”. Felipe era de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro. Encontró Felipe a Natanael y le dijo: “Hemos encontrado a aquel de quien escribieron Moisés en la Ley, y los Profetas: Jesús de Nazaret, el hijo de José”. Entonces le dijo Natanael: “¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?”. Le respondió Felipe: “Ven y verás”. Vio Jesús a Natanael que se acercaba y dijo de él: “He aquí un verdadero israelita en quien no hay doblez”. Le contestó Natanael: “¿De qué me conoces?”. Respondió Jesús y le dijo: “Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas bajo la higuera, yo te vi”. Respondió Natanael: “Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”. Contestó Jesús: “¿Porque te he dicho que te vi bajo la higuera crees? Cosas mayores verás”. Y añadió: “En verdad, en verdad os digo que veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre”.






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