Predicación
de Juan Bautista
El año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato
procurador de Judea, Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Filipo tetrarca de
Iturea y de la región de Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, bajo el
Sumo Sacerdote Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan el hijo de
Zacarías, en el desierto.
Y recorrió toda la región del Jordán
predicando un bautismo de penitencia para remisión de los pecados, tal como
está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: “Voz del que clama
en el desierto: preparad el camino del Señor, haced rectas sus sendas. Todo
valle será rellenado, y todo monte y colina allanados; los caminos torcidos se
harán rectos, y los caminos ásperos serán suavizados. Y todo hombre verá la
salvación de Dios”.
Llevaba Juan una vestidura de pelo de
camello con un ceñidor de cuero a la cintura, y su comida eran langostas y miel
silvestre. Entonces acudía a él Jerusalén, toda Judea y toda la comarca del
Jordán, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Como
viese que venían a su bautismo muchos de los fariseos (En la Palestina del
siglo I surgieron diferentes grupos. Los más apreciados por la mayoría eran los
fariseos. Su nombre, significa «los segregados». Dedicaban su mayor atención a
las cuestiones relativas a la observancia de las leyes de pureza ritual incluso
fuera del templo. Para una parte de los fariseos la dimensión política estaba
ligada al empeño por la independencia nacional, pues ningún poder ajeno podía
imponerse sobre la soberanía del Señor en su pueblo. A éstos se los conoce con
el nombre de zelotes. Aunque pensaban que la salvación la concede Dios, estaban
convencidos de que el Señor contaba con la colaboración humana para traer esa
salvación. Los saduceos eran personas de la alta sociedad, miembros de
familias sacerdotales, cultos, ricos y aristócratas. Hacían una interpretación
muy sobria de la Torah, sin caer en las numerosas cuestiones casuísticas de los
fariseos, y por tanto subestimando lo que aquellos consideraban Torah oral. No
creían en la pervivencia después de la muerte, ni compartían las esperanzas
escatológicas) y de los saduceos, les dijo: “¡Raza de víboras!, ¿quién
os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de penitencia,
y no empecéis a decir entre vosotros: Tenemos por padre a Abrahán. Pues os digo
que Dios puede hacer surgir de estas piedras hijos de Abrahán. Además, ya está
el hacha puesta junto a la raíz de los árboles. Por tanto, todo árbol que no da
buen fruto es cortado y echado al fuego”.
Las muchedumbres le preguntaban:
“Entonces, ¿qué debemos hacer?”. Él les contestaba: “El que tiene dos túnicas,
dé al que no tiene; y el que tiene alimentos, haga otro tanto”. Llegaron
también unos publicanos para bautizarse y le dijeron: “Maestro, ¿qué debemos
hacer?”. Y él les contestó: “No exijáis más de lo que se os ha señalado”.
Asimismo le preguntaban los soldados: “Y nosotros, ¿qué tenemos que hacer?”. Y
les dijo: “No hagáis extorsión a nadie, ni denunciéis con falsedad, y
contentaos con vuestras pagas”.
Con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba al
pueblo la buena nueva.
Bautismo de
Jesús
Entonces vino Jesús al Jordán desde
Galilea, para ser bautizado por Juan. Pero éste se le resistía diciendo: “Soy
yo quien necesita ser bautizado por ti, ¿cómo vienes tú a mí?”. Respondiendo
Jesús le dijo: “Déjame ahora, así es como debemos nosotros cumplir toda
justicia”. Entonces Juan se lo permitió.
Inmediatamente después de ser bautizado,
Jesús salió del agua; y he aquí que se le abrieron los Cielos, y vio al
Espíritu de Dios que descendía en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz
del Cielo que decía: “Este es mi Hijo, el amado, en quien me he complacido”.
Ayuno y tentaciones de Jesús
Entonces fue conducido Jesús al desierto
por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Después de haber ayunado
cuarenta días con cuarenta noches, sintió hambre. Y acercándose el tentador le
dijo: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes”. Él
respondiendo dijo: “Escrito está: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda
palabra que procede de la boca de Dios”.
De nuevo lo llevó el diablo a un monte
muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y su gloria, y le dijo: “Todas
estas cosas te daré si postrándote me adoras”. Entonces le respondió Jesús:
“Apártate Satanás, pues escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a Él sólo
darás culto”.
Y terminada toda tentación, el diablo se apartó de él hasta el momento
oportuno. Entonces lo dejó el diablo, y los ángeles vinieron y le servían.
Testimonio de Juan Bautista
Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos le enviaron desde Jerusalén
sacerdotes y levitas para que le preguntaran: “¿Tú quién eres?”. Entonces él
confesó la verdad y no la negó, y declaró: “Yo no soy el Cristo”. Y le
preguntaron: “¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?”. Y dijo: “No lo soy”. “¿Eres tú
el Profeta?” Respondió: “No”. Por último le dijeron: “¿Quién eres, para que
demos una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?”.
Contestó: “Yo soy la voz del que clama en el desierto: enderezad el camino del
Señor, como dijo el profeta Isaías”. Los enviados eran de los fariseos. Le
preguntaron: “¿Pues por qué bautizas si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el
Profeta?”. Juan les respondió: “Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros
está uno a quien no conocéis. Él es el que viene después de mí, a quien yo no
soy digno de desatar la correa de sus sandalias”. Esto sucedió en Betania, al
otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.
Al día siguiente vio a Jesús venir hacia él y dijo: “He aquí el Cordero de Dios
que quita el pecado del mundo. Este es de quien yo dije: Después de mí viene un
hombre que ha sido antepuesto a mí, porque existía antes que yo. Yo no le
conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a
Israel”.
Y Juan dio testimonio diciendo: “He visto el Espíritu que bajaba del cielo como
una paloma y permanecía sobre él. Yo no le conocía, pero el que me envió a
bautizar en agua me dijo: Sobre el que veas que desciende el Espíritu y
permanece sobre él, ése es quien bautiza en el Espíritu Santo. Y yo he visto y
he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios”.
Los primeros
discípulos
Al día siguiente estaba allí de nuevo
Juan y dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dijo: “He aquí
el Cordero de Dios”. Los dos discípulos, al oírle hablar así, siguieron a
Jesús. Se volvió Jesús y, viendo que le seguían, les preguntó: “¿Qué buscáis?”.
Ellos le dijeron: “Rabbí (que significa Maestro), ¿dónde vives?”. Les
respondió: “Venid y veréis”. Fueron y vieron dónde vivía, y permanecieron aquel
día con él. Era alrededor de la hora décima.
Andrés, el hermano de Simón Pedro, era
uno de los dos que habían oído a Juan y siguieron a Jesús. Encontró primero a
su hermano Simón y le dijo: “Hemos encontrado al Mesías (que significa el
Cristo)”. Y lo llevó a Jesús. Mirándolo Jesús le dijo: “Tú eres Simón, el hijo
de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa Piedra)”.
Al día siguiente determinó encaminarse
hacia Galilea y encontró a Felipe. Y le dijo Jesús: “Sígueme”. Felipe era de
Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro. Encontró Felipe a Natanael y le dijo:
“Hemos encontrado a aquel de quien escribieron Moisés en la Ley, y los
Profetas: Jesús de Nazaret, el hijo de José”. Entonces le dijo Natanael:
“¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?”. Le respondió Felipe: “Ven y
verás”. Vio Jesús a Natanael que se acercaba y dijo de él: “He aquí un
verdadero israelita en quien no hay doblez”. Le contestó Natanael: “¿De qué me
conoces?”. Respondió Jesús y le dijo: “Antes de que Felipe te llamara, cuando
estabas bajo la higuera, yo te vi”. Respondió Natanael: “Rabbí, tú eres el Hijo
de Dios, tú eres el Rey de Israel”. Contestó Jesús: “¿Porque te he dicho que te
vi bajo la higuera crees? Cosas mayores verás”. Y añadió: “En verdad, en verdad
os digo que veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre
el Hijo del Hombre”.